Hoy es uno de esos días
Y a pesar de ello, no es uno cualquiera
Hoy es uno de esos días en los que un gran amigo te regala una de las enseñanzas más importantes de la vida. Un amigo que ha luchado, que ha disfrutado, que ha llorado contigo, que ha amado, que jamás ha tenido un “no” en su vocabulario cuando alguien le ha pedido un favor. Su respuesta siempre ha sido un sí y una sonrisa, cuando no, una gran carcajada.
Honesto, sincero (en palabras y en gestos), amigo de sus amigos y hasta de quien no lo era y se aprovechaba de ello. Eso sí, nunca un “bien queda”, porque la sinceridad es lo que tiene, te crea tantos amigos como enemigos. Quizás más de los segundos. Pero bueno, para eso son segundos.
Pero no eran estas virtudes las que nos ha enseñado hoy, que también, la más importante ha sido dar su vida para que los demás comprendamos lo fugaz y frágil que resulta ser la nuestra. Lo valioso que tenemos entre nuestras manos y que, como arena de playa, se nos va escapando entre los dedos, por muchos esfuerzos que hagamos para retenerla. Y es que, si en vez de arena, fuesen copos o pequeñas pepitas de oro, seguirían escapando sin remedio. La virtud está en la sencillez. En disfrutar de las pequeñas cosas, de lo que uno tiene y, fundamentalmente, de la familia y de esos pocos amigos que sabes, nunca te van a fallar. Ni siguiera si en alguna ocasión os habéis distanciado por cualquier motivo terrenal.